Cuanto a veces daría
por niña de nuevo ser,
las heridas curaría
con mercromina al caer
mi abuela algún día
de tantos al atardecer.
Al cascayu jugaría
sería todo un placer,
a la goma saltaría,
tras la pelota correr,
y a la comba entraría
sin poderme detener,
las canciones cantaría
al ritmo y compás del cordel.
Luego me escondería
sin que me pudieran ver,
y hasta veinte contaría
y buscaría sin saber.
En la calle oscurecía
sin peligro que temer,
sin tanta tecnología
que felices podíamos
ser.
Vivian Esteban
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