lunes, 28 de marzo de 2011

Madres Somos


De nuestras entrañas nacieron,


en vuestras entrañas están,

pórtate bien con ellos no nos

traiciones…
Santa Bárbara ilumine la oscuridad

de tus profundidades…

domingo, 27 de marzo de 2011

Páginas en la vida de un minero

El rocío de la madrugada lo impregnaba todo. Se filtraba por las rendijas de las ventanas al comenzar una nueva jornada. En la montaña olía a heno y a romero. Los mineros se preparaban para acudir a la cita laboral. Antonio vivía en la cumbre y lo primero que veía era la niebla que abrazaba las montañas. Como de costumbre, se despidió de su madre, con el bocadillo en el bolso de su chaqueta y sus madreñas de clavos emprendió el camino. Este era pedregoso y oscuro. Se iluminaba con una pequeña lámpara, que había pertenecido a su difunto padre. Había quedado huérfano en la guerra cuando todavía era muy pequeño. A menudo recuerda el momento en que recibió la triste noticia. Se pasó horas llorando, tendido en la pradera. Hasta que alguien fue a buscarlo y trató de consolarlo. Tan sólo tenía dieciséis años cuando llegó al pueblo y se fue uniendo a los demás vecinos y parientes que, como él, bajaban a diario a las profundidades del pozo.


El sonido de sus pasos perturbaba el silencio de la mañana. Las madreñas eran ruidosas. El murmullo del río acompañaba a las partidas de mineros mientras iban contando anécdotas de la época y una “curuxa” encaramada en una rama los saluda al pasar. En época de nevadas el camino se dificultaba. Poco a poco, se fueron acercando al pozo San Luis y cada uno fue a su destino. Unos eran picadores, otros ayudantes y Antonio era caballista. Tenía maña para la doma de animales. El mineral por aquel entonces se extraía con mulas y, a veces, para que no se pusieran remolonas, se les ponía una chaqueta en la cabeza: así no veían su negro destino y no se negaban a entrar. Algunas, de tanto estar en interior de la mina, se quedaban ciegas.

Aquel día, como siempre, Antonio aparejó una de las mulas para meterla en la jaula; pero aquella vez se negó a entrar. Peleó y trajinó con el animal hasta que no pudo más: nunca había visto una mula tan tozuda. Las gotas de sudor arrollaban por su frente y lo dejaban rendido. Fue entonces cuando se acercó el jefe e insistió en que tenía que meter la mula a la fuerza. Como él ya no podía con el alma le respondió: métela tú si puedes.

Aquella respuesta le costó un castigo de tres días sin trabajo y sueldo, que era de doce pesetas el día. Trabajo no le faltaba, pues lo compaginaba con las tareas del campo: sembraban patatas, fabes y maíz, con lo que se alimentaban cumplidamente. El más afortunado poseía una vaca con lo que se añadía a la dieta un poco de leche.

Eran tiempos de lavar en el río, de acarrear el agua a las casas, de la cartilla de racionamiento. Más tarde Antonio se casó. Por entonces ganaba ya seiscientas pesetas. Teniendo en cuenta que el litro de aceite costaba cien, se entenderá que el sueldo no daba para mucho. Su padre también había sido minero: en las minas de monte de Miguelines. Luego llegaron las huelgas a finales de los años cincuenta y se prologaron en los años siguientes. Cada uno se las apañaba como podía. Por aquel entonces comenzaron las obras de la carretera al pueblo y tuvieron que ir ha trabajar en ellas. Todo se hacia a mano: no había maquinaria como hoy en día. Después pasó el tiempo y se hizo maquinista. Cuando se retiró hasta echaba de menos la mina.

Ahora cuenta las anécdotas de su vida a los nietos. Éstos le escuchan perplejos. No sé si le creen cuando les dice que comía “artos y algaroba”. El hambre puede con todo. Las casas del pueblo estaban todas habitadas por gentes que venían de todas partes ha trabajar en la mina. Sin embargo, hoy quedan cuatro vecinos naturales del pueblo. Los demás se fueron a medida que les iban mejor las cosas…


Vivian Esteban






domingo, 13 de marzo de 2011

Hilos de colores

Tras el cristal ve la vida pasar, divisa el campo, y las montañas son sus compañeras, primavera, verano, otoño e invierno aferrada a su silla los sueños se desvanecen, la confusión es su amiga, mientras que un rayo de luz se refleja en su cara cansada y las neblinas se acomodan en su mente aturdida. Por sus manos hilos y agujas pasaron, nada más. Añorando  besos y caricias de un amor que nunca existió. Un tren camino de la última estación de una vida vacía e incomprendida.               Vivian Esteban.

jueves, 3 de marzo de 2011

Florece el amor

La primera vez le vio, un torbellino de ilusiones se apoderaron de ella, era lo más hermoso que le había pasado, no se sentía capaz de sacar aquel ser tan frágil adelante, tenia miedo de no saber asumir su deber, cuando se lo pusieron en su regazo los miedos y el dolor desaparecieron, el instinto materno y su linda carita lo habían borrado. El amor que sentía en aquel momento era sin duda lo mejor que le había sucedido.

Flores


miércoles, 2 de marzo de 2011

Aromas del pasado


Mi barrio

Aquel no era un día como los demás no cavia ninguna duda, y si no para qué la iban ha despertar aquella mañana tan temprano. Medio adormilada aun, se mira de arriba abajo, aquel ropaje nunca antes se lo habían puesto, no la disgustaba le parecía estar bonita, lo que ya no la gusto tanto fue aquel mandilón a rallas que le pusieron encima, no acaba de entender el por qué de tapar el vestido azul marino tan bonito. Su abuela se apresura a peinarla, como siempre le da pequeños tirones y ella se queja, luego el desayuno para concluir con una maleta puesta en bandolera. Salen de casa y se dirigen al colegio esta a una media hora más o menos de camino. Ya están frente a un enorme portón que parece la quiera tragar, en el interior un gran patio lleno de niñas formando filas, la colocan en una de las filas, la abuela la mira sonriente, al tanto que ella no sabe si reír o preguntar ¿y que hago yo aquí?. De pronto suena una campana y las filas comienzan a avanzar una por una, ¡horror¡ su fila también se mueven, no puede dar crédito la abuela no viene se queda impasible mirando como se aleja, un torrente de lágrimas desciende por sus mejillas al tiempo que pierde a su querida abuela de vista, y un nudo en la garganta no la deja gritar; abuelaaaaa……….una señora con unas largas vestiduras muy extraña la dice que no llore. Aquella fue una mañana interminable, cuando al fin la dejaron salir de allí aun suspiraba. Los días sucesivos se iban haciendo más llevaderos, lo que más le gustaba era la hora del recreo, ella intentaba hacer nuevas amistades pero le resultaba algo difícil de conseguir, aquellas niñas la parecían un tanto mal educadas pues a la mínima la sacaban la lengua, la hacían sentirse como el patito feo, no la dejaban jugar y su timidez no la permitía expresar lo que en aquellos momentos estaría muy gustosa de decirles.

Al entrar en los pasillos sonaba una música que acariciaba sus oídos, aquella hermosa música la encantaba. De vuelta al barrio en el que vivía, una buena merienda de chocolate y pan, luego un poco de juego en la calle, eran muchos niños los que vivían en el bario, se jugaba a la comba, la goma, al castro, al escondite, la queda, las cuatro esquinas, la zapatillina, al veo veo, eso si todos eran de distintas partes de España , andaluces, extremeños, gallegos, pero todos se llevaban bien con sus distintas formas de ser y sus costumbres. Familias numerosas de hasta doce y trece hijos. Con el transcurrir de los días y los meses llega el fin de curso, se prepara un festival y en su clase formaran un coro en el cual ella iba ha actuar, estaba tan ilusionada y tan nerviosa que no sabia muy bien ni qué tenia que hacer llegado el momento. Y llego el esperado día, a todas sentadas ordenadamente se les fue entregando el instrumento asignado a cada una, a ella le dieron el triangulo, aquella enorme cortina de repente se echo a un lado para dejar ver una gran cantidad de gente que miraba hacia ellas, el terror se apodero de ella se le paralizo el cuerpo entero no acertaba ni a coger aquel ridículo triangulo que la habían encomendado y mucho menos a producir sonido alguno con el, solo debió de sonar un par de veces y a destiempo. Los nervios no la dejaban pensar con claridad, a todas las han venido a ver sus papas a ella no, tal vez la abuela este mirando en algún sitio pensaba. El resto de los días algo muy extraño pasaba pues aquellas niñas que al principio la ignoraban ahora querían ser sus amigas, ¿Dónde están tus papas? La preguntaban, ella no sabia muy bien que responder y contestaba con un no se. Fue entonces cuando empezó ha hacer preguntas en casa, y papa y mama ¿Dónde están?, la abuela la explica que sus papas están en Francia, y ¿a qué han ido a Francia?, a trabajar le respondía la abuela, y ¿por qué no trabajan aquí?, entonces la abuela respondía con evasivas. En su pequeña cabecita todo se confundía no sabia muy bien el porque de no ser como las demás y tener a sus papas como ella. Ellos los venían a ver una vez al año más o menos les traían muchas cosas, entre ellas juguetes, como aquellos no habían otros y cuando salían a la calle ella y su hermana con sus muñecas que andaban, lloraban y se movían todos los niños las rodeaban para ver aquella novedad.

El tiempo fue pasando y se fue haciendo mayor, cuando tenía nueve años los abuelos les dijeron a ella y a sus hermanos que sus papas iban a regresar para estar con ellos para siempre, les hizo una gran ilusión. Regresaron y con ello muchas novedades y cambios.

martes, 1 de marzo de 2011

acuarelas


ELLAS

Cabellos plata, manos de seda, dulce sonrisa, surcos esculpidos por el tiempo en su semblante, recuerdos perdurables importantes y afables, aromas de castañas, añoranzas, nostalgias eternas, guardiana y centinela de hijos y nietos, un viaje lleno de sueños y fantasías. Entregada a los demás sin importarle nada. Raíces aferradas a los suyos. Seguiremos adelante con los valores que nos enseñaron ellas, sabias que lo dieron todo por nada. Rastros de luz en el tiempo.

(Para ellas)


Las abuelas.