Estaba mi corazón muerto
como el viejo olmo seco.
Latía por latir ya hueco
al acabarse ya lo nuestro.
Y tú el gran maestro
de la vida y desenfreno
te enredabas en panpanos
tempranos, dulces y tiernos.
Iluso te creías que serían
eternos, mas no te diste
cuenta, del amor sincero.
Derrotado vi tu ser y no
me dió pena de ello.
Ahora has de saber
cómo se siente un olmo seco.
Vivian Esteban
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