Allá abajo dejaste la piel hecha jirones,
dejaste
las fuerzas y la salud.
Allá
abajo dejaste el agitado latido de tu corazón,
la
oscuridad, la amistad del compañero.
Allá
abajo dejaste tantos sueños por cumplir,
y
tanto amor por regalar.
Allá
abajo dejaste parte de tu mente,
que
a veces en sueños te llama.
Allá
abajo dejaste parte de tu corazón y
las
fuerzas de seguir luchando,
dejaste
las ilusiones a ochocientos metros de profundidad,
para
ganar el pan amargo de cada día,
para
ganar la derrota de la vida.
Allá
abajo dejaste tu otro yo,
dejaste
compañeros en la eterna oscuridad,
y
sigues escuchando el grito de la tierra y sucumbes en los miedos que ahuyentas
con valentía.
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