Diez
y siete años tenía
cuando
el amor conocería,
la
inocencia y el miedo la devoraban
pero
el amor florecía.
Los
caminos otros destinos tenían,
pero
aquel amor nunca moriría,
resurgía
como una flor.
Los
años marchitan la piel
pero
el pensamiento libre es.
Y
aunque el amor imposible
aguarde
al ayer,
no
podrá nunca florecer.
Los
rosales trepan y florecen y
se
clavan las espinas en el corazón y la piel.
Aunque
se encuentren en las esquinas,
nunca
volverán a atardecer.
Pues
así el destino quiere
que
hayan de envejecer.
Vivian
Esteban
2 comentarios:
Se dice q los amores de juventud són como ún catarro q pasa y se olvida , pero en algunos casos es una neumonia q te mata
Nunca se olvidan ❤️
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