Cuando una honda tristeza mi alma acuna
puedo encontrar radiante el mercado en Rialto;
para el recogimiento del espíritu
busco el silencio vencedor del día.
Acodado en el puente, miro a veces,
en el suave retemblar del agua,
por encima de un muro derruido,
las ramas que un laurel salvaje inclina.
Y cuando, estando sobre las estacas,
la mirada naufraga en las ondas oscuras,
con las que no realiza nupcias ya ningún dogo,
apenas me perturba en la silente orilla,
llegando de canales alejados,
alguna que otra vez, la voz del gondolero.
Marcos González Mut
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