Escarcha en las ramas, cristales relucientes en los caminos, amaneceres crudos, solitarios…
Aquella fresca mañana salí de la casa ha echar de comer al ganado, de camino a la cuadra algo llamo mi atención oí un chapoteo en el rio y pensé que seria el perro que se habría metido en agua, segundos después vi a un hombre bajar por el rio corriendo como una centella, me asuste pero seguí mi camino y entre en la cuadra. Cuando les estaba echando de comer a los cerdos, una voz jadeante me llamó por mi nombre y asustada le pregunte:
-¿Quién yes?
-Soy Pedro, ¿nun me conoces? toy heridu en un brazu esos condenaos siguenme sin tregua y tengo mucho frio.
-¿Y qué puedo facer yo por ti?
Había oído hablar de él, era de un pueblo cercano. Salí de la cuadra como si nada ocurriera y subí a casa, prepare un cazo de infusión y lo coloque con cuidado dentro de la lata de echar la comida a los cerdos, salí de casa con disimulo y sin pensar el riesgo que corría, volví a la cuadra se lo di y le curé la herida como pude, luego me fui para casa y él se quedo en la cuadra, la intranquilidad recorría todos los rincones de mi casa. Al oscurecer se oyeron disparos en el rio y temí lo peor. ¿Le habrían cogido? A la mañana siguiente le vi y me conto que al verse descubierto se escondió dentro de una rolla de castañal que estaba hueca en el rio. Se fue monte arriba y no se supo de el hasta pasados unos días que llegaron los rumores, lo habían matado en el monte. Nos acompañaba el miedo a todas horas, si en la noche se escuchaban pasos o alguien llamaba a la puerta nos echábamos ha temblar, incertidumbre, miedos, injusticias formaban parte de nuestra vida cotidiana y el transcurrir de los días.
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